Javier Garcerá presenta su nueva instalación ‘Dejarse quieto flotar’, que se podrá visitar del 9 de noviembre al 28 de enero de 2024 en el Centro de Arte Contemporáneo de Burgos (CAB). Una propuesta en la que el artista propone la experiencia real, directa, con una obra pictórica que no puede ser sustituida por su envés tecnológico.
Horarios de visita
La exposición estará abierta al público hasta el 28 de enero de 2024.
- Martes a viernes: de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00
- Sábados: de 11:00 a 14:30 y de 17:00 a 20:00
- Domingos y festivos: de 11:00 a 14:30
Visitas guiadas
Además, se ofrecerán visitas guiadas de las propuestas expositivas del CAB
- Sábados: a la 13:00 y 18:30
- Domingos y festivos: a la 13:00
Sobre ‘Dejarse quieto flotar’
El uso de un soporte monocromo, como es la seda roja, sobre la que incorpora el pigmento y a la que somete a diferentes procesos de borrado, de saturación, de abrasión o de velado, determinan una pintura cuya visión solo es posible después de variar los puntos de vista.
Recorrerla, detenerse y distanciarse para tratar de aprehenderla en plenitud, es una tarea que hoy resulta exigente para un espectador cada vez más desconectado de la lentitud que compele toda intimidad sensible.
Articulada en tres estadios y presidida por una economía formal máxima, la exposición de Javier Garcerá (Puerto de Sagunto, Valencia, 1967) va guiando los pasos del espectador hasta concluir en el estallido final que supone el gran políptico instalado en la tercera de las salas.
Si en el primer ámbito nos encontramos con obra en la que el artista plantea un equívoco juego entre los dos planos en los que organiza las distintas escenas, en el segundo se aíslan retazos, enseres y efectos que acabaran por recomponerse en la tercera de las salas.
No son solo indicios, son escenografías acabadas que comparten una misma atmosfera visual y conceptual. Un leve deje de melancolía, de tiempo detenido, pero sobre el que no hay constancia de que fuera pasado. Alejada de la estética naturalista, la pintura de Garcerá no desdeña la ornamentación, pero en absoluto se solaza en un esteticismo acrítico.
Por el contrario, su ideario emplea la dialéctica como soporte poético para contraponer el silencio a la retórica con que hoy tratamos de explicar toda obra artística.
Si una obra puede ejemplificar la batalla contra la atrofia visual de nuestro tiempo es el gran políptico que cierra la exposición de Garcerá, realizado en exclusiva para el CAB. Planteado como un gran ciclorama, nuestra visión discurre de un punto al otro, siguiendo el rastro de la ausencia de figura humana. Su presencia se sospecha como causante del desasosiego de un espacio ajado, presidido por el abandono y un cierto aire de decadencia civilizatoria que precede al entramado de un bosque difícil de sortear. Al otro lado, solo la mirada limpia, tenaz y honesta nos salva.
Sobre Javier Garcerá
Poseedor de una personalidad artística indiscutible, su carrera se remonta a 1993 con sus primeras exposiciones en Valencia e Italia.
Una parte de su trabajo se encuentra ligada al país trasalpino, donde muy pronto llamó la atención su apuesta por una imagen exigente con la atención del espectador, por el rigor técnico y por la compleja lectura de una obra presidida por un infrecuente uso de la sombra como constructora de la pintura.
Un trabajo que vino refrendado por su estancia en la Academia de España en Roma en 1997 y posteriormente por el Colegio de España en París.
Su interés por las culturas orientales, por la espiritualidad y por la meditación extática cristaliza a partir de 2008 con su residencia en la Corporation of Yaddo de Nueva York, unido a diferentes viajes que contribuirán a perfilar su trabajo actual.
La armonía compositiva, la atmósfera cromática y el contenido plástico que lo definen es resultado de un uso medido de la estampación de procedencia fotográfica y de la tradición pictórica, pero lo más relevante es la renuncia a la emisión de un mensaje narrativo en un trabajo en el que el reconocimiento de las formas parecen invitar a lo contrario.
El uso de la seda como soporte prioritario de su pintura contribuye a mostrar y a ocultar, a sugerir y a velar por igual, en un juego que solo el espectador más interesado podrá captar en su plenitud. Lejos de utilizarlo como un recurso, lo que propone Garcerá es la desaparición misma de la imagen, su impermanencia, su mutabilidad y, por qué no, su abandono final.
Javier Garcerá colabora con relevantes galerías de España, Italia y Portugal, ha expuesto en espacios públicos, como el Centro del Carmen de Valencia o el Palacio de Gabia de Valencia. Igualmente ha sido reconocido con relevantes premios, como el del Senado de España de pintura, la Colección Enate o el Premio Bancaixa.
Su obra figura en numerosas colecciones como Caja Madrid, Bancaja, Unión Fenosa, Fundación Sorigué o Colección Studiolo entre otras. Su última exposición, Y también esto pasará, tuvo lugar en la galería Daniel Cuevas de Madrid en 2022.