Jorge Contreras es un joven burgalés que desde hace 10 años es un apasionado de la fotografía social, que comenzó allá por 2014, con las revueltas del barrio de Gamonal. Desde entonces ha tratado de retratar desde su cámara esas realidades que pasan ocultas como la vida cotidiana de su abuela o la de sus vecinos durante la pandemia.
Fue durante la época del COVID-19 cuando empezó a ayudar a su padre con los panales de miel que tienen en su pueblo. Lo que le acercó al mundo rural y se dio cuenta que entre tantas cifras de las grandes ciudades, todos los medios se habían olvidado de la vida en los pueblos. Así comenzó su interés por capturar el día a día del mundo rural.
Ahora, presenta un retrato de la vida de los pastores trashumantes en la montaña leonesa. Para ello ha lanzado una campaña de crowdfunding a través de la plataforma Verkami en la que presenta su fotolibro ‘Los Guardianes del Puerto de Pandetrave‘ donde recoge su estancia con los pastores José Morgado Galet y José Rodríguez.
Nos acercamos al barrio de Gamonal para tomar un café y hablar con Jorge y que nos cuente cómo surgió este proyecto.
La primera pregunta es directa, ¿qué lleva a un joven de 26 años a pasar 20 días con dos pastores trashumantes en la montaña leonesa?
Han sido 20 días, lo que pasa es que las subidas que he hecho han sido de 3 o 4 días. Han sido 20 días en total, pero no han sido seguidos.
Y, ¿que te ha llevado hasta allí?
Yo estudié realización audiovisual e iluminación. Al ser un grado superior, tienes que hacer un trabajo fin de grado, entonces vino la pandemia. La mitad del grado me pilló en pandemia y yo tenía como mucha ansia de hacer fotos.
Tengo la suerte de que tenemos colmenas y con mi padre teníamos que ir al pueblo una vez a la semana para revisarlas. Al final es ganado, necesita su revisión.
A raíz de eso, empecé a mirar el mundo rural con otra mirada. Diferente. Estamos acostumbrados a ver a los medios todo el día hablando de las grandes ciudades. Te hablan de Madrid, te hablan de Barcelona, pero nadie hablaba de lo que ocurría realmente en el mundo rural. Que parece que no, pero al final, si nos paramos a pensar, las grandes ciudades ocupan muy poco dentro del territorio y del mundo rural.
De ahí surgió tu proyecto ‘Enraiza: una cuestión de raíces’, ¿no?
Sí, con todo esto del mundo rural, se me ocurrió que podía hacer una revista que diese voz a la gente que vivía o que tenía raíces en el mundo rural y había hecho vida allí. A raíz de la revista, entrevisté a ganaderos, gente que tenía una quesería, agricultores y demás.
Una vez acabado ese proyecto, tuvo bastante tirón. Lo leyeron unas 600-700 personas.
No está nada mal.
Además, todo este trabajo estaba respaldado por Victoria Hombría, que es la que me hace siempre de corredactora y me revisa los textos. Entonces, dije: “Vamos a mirar y vamos a ir un poco más allá, vamos a ver si podemos hacer una segunda tirada, un segundo número”.
Me pregunte: “¿qué es lo que realmente hay en el mundo rural que no se haya ni visto, ni se haya explorado, ni se haya fotografiado de forma tan profunda?” Y descubrí la trashumancia. porque además el mundo pastoreo me genera mucho interés, ya que mi abuelo fue pastor.
¿Cómo conseguiste llegar hasta los pastores trashumantes?
Desde Twitter hice un llamamiento a la gente: “Oye, ¿conocéis trashumancias que se hagan en Burgos o alrededores? Bueno, en Burgos no hay trashumancia, no existe. En Soria sí que queda una, que vienen unos hermanos, pero al final la trashumancia en Castilla y León principalmente se hace en Palencia y en León, que es donde suben a los puertos.
Ahí contacté con la Fundación Monte Mediterráneo, que es la que me dijo dónde se podía y qué es lo que iban a hacer. Me dijeron: “Vamos a hacer la Fiesta de la Trashumancia en Prioro”, que es un pueblo de allí de León que ha tenido bastante potencial trashumante, y vamos a hacer una trasterminancia, que es hacer la trashumancia, pero desde un término a otro, no como si fuese la trashumancia, que sería de Cáceres a León o de otro sitio. Les acompañé, me gustó y a raíz de todo ese trabajo dije “Yo quiero sacar algo más, quiero profundizar más, quiero ver cómo vive esta gente”.
Al final generé un vínculo con los pastores. Los que venimos del mundo de la fotografía o del vídeo sabemos que estar con extraños y fotografiarles en su día a día, en su intimidad, cuesta mucho.
Conseguí hacer ese roce. Y ya fue cuando le llamé a uno de los ‘Josés’: “— Oye, José, voy a subir estos días para allá, ¿cómo os pilla? — Bien, bien, tal, no sé qué, venga. — Tienes que subir, estamos en esta zona del puerto.” Fuimos a esa zona del puerto y estuve con ellos. Ese año creo que subí contando la trasterminancia tres veces el puerto, más una en la trasterminancia.
A raíz de todo este trabajo que hice, tanto material, tantas fotos, tanto curro editando, me parecía feo que se quedase en un post de 10 fotos en Instagram.
Y que se acaben perdiendo.
Exacto.
Yo he vivido todo el proceso desde principios de verano hasta casi octubre. El puerto cambia mucho. Es como aquí en Burgos, que la climatología, las hojas, las nubes, el comportamiento del clima es diferente. Entonces me puse a maquetarlo como una primera idea, sin tener muy claro lo que iba a ser.
Aproveché que tenía hecho de un artículo que había escrito, del cual ningún medio se hizo eco ni me lo quiso comprar. Y aproveché este texto que tenía para tener una primera idea del libro.
¿Cómo es ‘Los Guardianes del Puerto de Pandetrave’?
El libro al final es un recorrido en el día a día que va por horas. Desde que se levantan y sacan las ovejas hasta que las recogen y se van a la cama.
Tú has estado ahí viviendo con ellos como si fueses uno más, ¿te ha cambiado esta experiencia de ver eso aún más de cerca?
Sí, sobre todo para darme cuenta, porque yo creo que tendemos mucho a romantizar.
Hablando con compañeros que se dedican mucho al mundo rural, es lo que decimos, que tendemos a romantizar estos oficios, tendemos a romantizar la despoblación, tendemos a romantizar muchos de estos aspectos. Y al final creo que no les estamos haciendo un favor en ese sentido.
Yo he estado en tres puertos diferentes en estos tres años. Sí que es cierto que las condiciones en cada puerto son diferentes, pero precisamente en el Puerto de Pandetravé las condiciones eran muy duras.
Esta gente no tenía agua caliente, no tenía ducha, no tenía un baño, tenían que bajarse a un camping a ducharse. No tenían cobertura, tenían que desplazarse para poder utilizar el teléfono y hablar con su familia. Sí que es cierto que en otros puertos tienen agua caliente o placas solares, estos tenían una placa solar, pero daba para lo que daba, para cargar un teléfono.
Hay otros que tienen un frigorífico, una televisión, que aunque no la veas pues sirve para distraerte 20 minutos al día. Yo he intentado captar la dureza de todo eso, y hacer ver a la gente que este oficio es duro y que si el lechazo te le cobran a X, al final es porque también hay un trabajo detrás y porque hay una gente que está apostando por este modo de vida.
En ‘Los guardianes del puerto de Pandetrave’, hablas de la trashumancia y es una actividad que esta en peligro de extinción, ¿crees que se debe conservar esta actividad?
Hay fundaciones, hay gente que sigue apostando por ello. No es por darle publicidad a Fundación Monte Mediterráneo, pero sí que es cierto que tiene varios puertos entre León y Palencia, pero yo creo que la trashumancia va a desaparecer, porque es inevitable.
Es una pena, no por el sentido de la cultura tradicional o de la cultura rural, sino porque es una práctica realmente útil. Cuando en el sur de España, en la zona de Extremadura no hay pastos, no hay qué comer, en vez de gastártelo en forrajes, tú te subes al puerto las ovejas y estás todo el verano ahí porque sabes que van a tener alimento.
Por así decirlo, lo que te gastes en una cosa te lo ahorras en otra. Al final es una práctica necesaria y útil, porque cualquier forma de pastoreo ahora mismo, es una prevención contra el cambio climático de cara a los incendios y a los megaincendios. Los animales lo que hacen es limpiar y, sobre todo, abonar. Al final, estás generando biodiversidad en el suelo y está manteniendo a raya que los rastrojos y el campo se mantengan limpios.
Este fotolibro lo lanzas a través de una campaña de micro-mecenazgo, ¿por qué te has decantado por esta opción?
Soy una persona demasiado intranquila y demasiado nerviosa, hice ya una entrevista en diciembre del año pasado y dije “tiene que estar para el primer trimestre de 2024”. El primer trimestre se pasó y dije “tengo que hacerlo”.
Yo sabía que iba a ser un mecenazgo porque creo que este es un tema que a una editorial no le va a llamar.
Sí, pero a mucha gente le puede interesar. Muchos pueblos que tengan tradición, gente que su familia haya sido trashumante, ¿no?
Sí, pero por no buscar una editorial, porque ya sabemos como son las editoriales en el sentido de los márgenes de beneficio… Buscar una editorial, negociar, no sé qué, no sé cuánto, es bastante costoso. Y teniendo en cuenta que el mundo editorial hablando en términos de fotografía, está como está. Y mucho más en un tema que, no vamos a decir que sea poco interesante, pero que interesa a un sector muy pequeño de la población. Ya estaba mentalizado de que iba a tener que tirar del apoyo de administraciones, fundaciones, y asociaciones.
Te estoy dando mucho la chapa, no puede ser esto.
De eso se trata, ¿no?
Aprovecho ya que estás metido en este mundo, eres joven y ves las cosas que muchos de nosotros no vemos, para hablar algo más de lo rural. Hay muchas cosas en los pueblos que van desapareciendo como la trashumancia, ¿crees que es importante que conservemos nuestras raíces?
Yo creo que sí. Al menos que se sepa lo que hay y que no por querer defender nuestras raíces o tradiciones, debemos pensar en qué casposa es esa persona.
Nuestras raíces nos condicionan, en el sentido de que somos como somos por de dónde venimos. Yo lo veo con muchos colegas que no han vivido su puñetera vida en el pueblo y entonces el sentido, la forma de mirar que tienen del mundo rural es muy diferente a la que puede ser la mía.
Hay mucho trabajo ya previo. Cristina García Rodero, por ejemplo, creo que es un referente en aquella época haber fotografiado todas las tradiciones, haber fotografiado muchas festividades y las tradiciones, que engloban muchas cosas. Tanto cómo se hace una huerta o cómo se hace una festividad. Por ejemplo, el mundo de las mascaradas es una tradición y me parece algo precioso, y es súper extenso. Es artístico, sobrepasa lo rural. Igual que se puede llamar tradición y cultura a lo que hace el Nido o el Naán.
Engloba muchas cosas y yo creo que es lo bueno que tenemos. Vivimos en, iba a decir en un país, pero ya podemos hablar del mundo en sí, en el que hay muchas culturas, en el que hay muchas de tradiciones que quieras que no, han estado ahí y son parte de nosotros. Por eso es importante. Lógicamente, luego te puedes quedar con lo bueno o con lo malo.
¿Crees qué los pueblos ofrecen oportunidades de vida?
Es una de cal y una de arena. Estoy viendo mucha gente que está muy enfadada con la ciudad y está empezando a emigrar al mundo rural, pero sí que es cierto que irse ahora mismo a vivir a un mundo rural, pese a las ayudas que hay, lo veo un poco complicado.
Hay gente que puede optar a un relevo generacional, que creo que es lo mejor, pero es que hay otras familias, por ejemplo, que tienen el problema de que no puede haber un relevo generacional.
Yo voy siguiendo la pista de muchas alternativas que están haciendo, por ejemplo, se están empezando a ver alternativas de que si en un pueblo se quedan sin ganado y desaparece el ganadero, se está optando porque el ayuntamiento se haga con un rebaño y mantenga a una o dos personas trabajando.
¿Qué consigues con eso? Bajo mi punto de vista, que a lo mejor esto me genera mucho hate, pero generas un reparto también del trabajo. La realidad es que el mundo de la ganadería es un mundo muy esclavo, hay que trabajar de lunes a domingo. Son animales vivos que requieren de sus cuidados, necesitan alimentarse, necesitan salir y demás. Entonces, un reparto del trabajo ético en ese sentido, creo que ese tipo de problema los puede solventar.
¿Cres que funcionan estos proyecto?
¿A la práctica? Pues ya no lo sé, los proyectos que he visto al final son cuatro o cinco contados. A lo mejor hay que empezar a hacer proyectos pilotos y ver cómo funcionan.
Otra alternativa son, por ejemplo, Jokin Garmilla, que lleva Radio Valdivielso. Estuvo el alcalde y cuando le entrevisté me contaba que estaban intentando hacer un banco de hectáreas de terreno para poder cultivar, para que gente que se quisiera iniciar tuviese esa posibilidad y esa oportunidad.
Intentar tirar y movilizar y hacer alquileres sociales. La gente está viviendo en muchos lados porque no les están quedando otra. Hay muchos bares de pueblos que, por ejemplo, los están dejando a un euro al mes o alquiler cero.
Hay que empezar a ver alternativas, porque el problema de la despoblación es real y este problema lleva existiendo desde el éxodo, desde los años 60, y que las ciudades cada día estén más masificadas también es un problema.
Tiene que haber un equilibrio y, por suerte o por desgracia, aunque no nos lo creamos, dependemos del mundo rural ya que nos alimentamos de él. Tienen que empezar a ponerse de acuerdo en políticas, sobre todo sociales, que brinden eso.
¿Crees que van a llegar a tiempo, que cuando lleguen ya no habrá niños en los pueblos?
Va a quedar alguno, pero no van a llegar a tiempo.
El problema es que siempre se ha visto al mundo rural y a la gente del pueblo como gente inculta. Ninguno es tonto, ninguno es cateto.
Al final cada uno sabemos de lo nuestro, de nuestra materia.
Claro, yo hay muchas cosas que no tengo ni idea y le tengo que preguntar a mi padre o a algún colega. Nadie nace sabiendo y nadie sabe de todo.
Para acabar, ¿quieres seguir dando voz al medio rural? ¿Tienes algún proyecto más que estés trabajando?
Sí, desde hace ya un tiempo Juanjo Asensio y yo estamos intentando ver si podíamos encontrar algún pasiego que siga viviendo en cabañas, en el norte de la provincia, por la zona de Espinosa de los Monteros, para poder hacerle una pequeña entrevista y poder hacer unas fotos de cómo es su día a día en el puerto.
Y también quería hacer un catálogo de pastores de la provincia, por lo menos de Burgos para arriba, para que no sea tan extenso. Al final esto lo hago por amor al arte, como quien dice. Esos dos son los proyectos que tengo en mente.
¿Que se ejecuten o no? No lo sé. Sí que es cierto que con lo de los pasiegos sí que me estoy moviendo. Ya he hablado con bastante gente, pero no he recibido respuesta por su parte en ese sentido.
Nuestra labor como fotógrafos, aunque no lo reivindiquemos, es lo que fotografiamos, por lo menos los que nos dedicamos a la fotografía documental o al fotoperiodismo. Yo lo que he intentado hacer con este libro es ceñirme a lo que es su vida, sin nada más que acompañarles desde dentro.
Con otro proyecto que se llama ‘Arrugas cotidianas’, que básicamente es fotografiar a mi abuela, meterme dentro de su vida, su intimidad y capturar su día a día. Dentro del momento en el que estamos, con tanta vorágine, tanta velocidad, tanto el no saber estar quieto, no estar parado; creo que lo que hace falta es pararnos a apreciar, a ver y a sentir un poco lo que es nuestro día a día.
Puedes apoyar el proyecto de Jorge Contreras y adquirir un ejemplar de ‘Los Guardianes del Puerto de Pandetrave‘ a través de su campaña de crowdfunding en Verkami.